lunes, 24 de agosto de 2009

Dementor de cuarta ...


Las personas tenemos pequeñas felicidades que nos hacen mas llevadera la rutina. Cosas que disfrutamos en grado superlativo, cosas tontas que para otro no significan nada, pero para nosotros son importantes e intocables. Es difícil dar un ejemplo porque hay tantas pequeñas felicidades como personas existen, cada uno tiene las suyas.
Una de las mías era salir del trabajo mas temprano los días viernes, trabajar corrido y salir a las 16 en lugar de a las 19 como el resto de la semana. Y digo era porque ya no puedo hacerlo.
Con una excusa insostenible, mi jefe decidió terminar con este pequeño, pequeñísimo privilegio que tanto esperaba durante toda la semana. Los viernes entonces salgo en el horario de siempre. Los viernes ya no serán los mismos para mi.
Sacarle a alguien su pequeña felicidad sin un motivo absolutamente valedero es una acción abominable, es condenarse al infierno, es convocar a los hados malvados del rencor reconcentrado, es despertar los mas bajos instintos del damnificado. Es hacerse acreedor a toda clase de maldiciones, insultos mentales y deseos de la mas variada calaña, desde que “ojalá se te caiga un piano en la cabeza” hasta “que te salga una joroba dolorosa”; desde “porque no se cortará la luz asi perdés el escrito en el que estuviste trabajando toda la tarde …!” hasta “ojalá el viagra que (seguro) tomás esté vencido y en mal estado”, ojalá …, ojalá … .
Mis compañeras dicen que lo hace de viejo maniático; yo digo que lo hace de mala persona que es, no hay otra explicación; seguramente el viernes por la tarde una de sus pequeñas felicidades es pensar “mientras yo estoy aquí al sol y jugando al tenis las taradas están encerradas en el sarcófago mirándose las caras …"
Por mas que intento no entiendo este tipo de cosas, asi que dejo el remo al costado del bote y hago la plancha, con la esperanza de que este tipo se lo lleve por delante y caiga como un sapo en medio del barro.