martes, 9 de febrero de 2010

El Aquelarre de los Alguaciles


Hoy llegué a casa abrumada por un día largo, cansador y caluroso.
Sin demasiado ánimo salí al balcón a ver si corría un poco de aire. No esperaba el espectáculo que encontré. Sobre la baranda había una reunión de alguaciles coloridos y etéreos, quizás también descansando de un día agotador. A través de sus pequeñas alitas transparentes se filtraban los últimos rayos de sol de la tarde haciendo que el color fosforescente de sus alargados cuerpecitos resaltara de una manera casi mágica e irreal.
Fueron unos cuantos segundos durante los cuales mi cabeza quedó en blanco absolutamente, solo pendiente de este pequeño regalo inesperado.
Me quedé saboreando esa sensación y recordando otros momentos en los que la belleza me asaltó de tal forma que me dejó casi suspendida en el espacio, con el cerebro paralizado y un sentimiento de inexplicable alegría. Y me di cuenta de que eso que te hiere como un rayo y te quita el aliento durante un instante se produce siempre ante la naturaleza.
Recordé los hielos azules del Perito Moreno, los millones de mariposas en un bosque del sur, el vértigo y la emoción que me produjo la Garganta del Diablo cuyas aguas te hipnotizan al punto de pensar, por una milésima de segundo, en saltar dentro de ese abismo insondable de espuma … . Nada, ni las construcciones majestuosas, ni las pinturas mas hermosas, ni los edificios mas impresionantes, ni el brillo del oro o de una piedra preciosa, nada material me ha provocado ese estado, salvo quizás la música, pero es otro el sentimiento. Solo la naturaleza hace que mi corazón se ensanche y mi garganta se anude por algo parecido a la felicidad.
Y lamenté una vez mas que esto pase solo de tanto en tanto; en la ciudad rodeada de cemento esta sensación está dormida esperando que algo la sacuda. Pero no ocurre.
Y me pregunté cuanto de todo esto me estoy perdiendo irremediablemente, enganchada en la rutina de mi vida citadina.
Pero bueno, asi es la vida, momentos … . Los alguaciles partieron con el último rayo de sol y yo bajé la persiana para seguir con lo mío.