martes, 24 de abril de 2012

JA JA JA


Dice mi madre que yo era una bebé simpática. Sonreía todo el tiempo, y si alguien se acercaba y me decía ajó ajó pirikikuki ñuñi ñuñi y todas esas boludeces que se le dicen a un bebé, yo me reía con pequeñas carcajadas. Y la gente se asombraba.
Decía mi abuela que antes de tocar el timbre cuando llegábamos a su casa, ella ya sabía que habíamos llegado porque escuchaba mi risa resonando en el pasillo "shhhhh callate!!!".
Antes de superar el metro veinte, me retaba la maestra “se puede saber de que te reís? contá asi nos reimos todos”
Tanto y tanto insistirme, un día hice un paquetito con toda la risa sonora, le di varias vueltas de cinta scotch, le puse un moñito y lo guardé durante mucho tiempo en el último estante del placard, allá, bien arriba.
Porque el afuera te pide seriedad, creen que un gesto adusto implica inteligencia, responsabilidad, entendimiento, coherencia. La gente te controla la risa, si te reís mucho sos una tonta, si te reís sola por la calle porque te acordaste de algo gracioso sos una loca, si ponés muchos jajaces en los comentarios de los blogs sos una desubicada.
Lo que nadie sabe es que guardé el sonido de la risa, pero me seguí riendo internamente, sin poder evitarlo. Hasta en las situaciones mas terribles hay cosas que me hacen gracia. ¿Si me falta un tornillo? Seguramente. Yo creo que es un último recurso, una defensa. No es que no comprenda ni conozca la pena, la tristeza, el agobio, la desesperanza, la angustia. Con algunos dolores somos viejos compañeros de ruta, vienen detrás de mí siempre pisándome los talones. No puedo deshacerme de ellos pero los obligo a convivir con la risa que es como un escudo, mi torre de marfil, mi último refugio. Allí me atrinchero y que me vengan a buscar … .