Yo era un ama de casa como tantas. Sin terminar el secundario me casé muy joven y me dediqué a mi familia – Jorge mi marido y mis hijos Carlos y Mónica –; no trabajaba ni me ocupaba de otra cosa que no fuera mi casa.
Aunque era una época de efervescencia política yo no participaba. Jamás me había interesado en el tema, vivía feliz en mi mundo de cacerolas y tejidos, dependiente en todo de Jorge que se encargaba hasta de pagar los impuestos.
Mis chicos empezaron a militar en el colegio, su compromiso y conciencia social fueron incrementándose conforme crecían. Trabajar por los demás los hacía felices.
Ambos desaparecieron con diferencia de horas y esto fué un mazazo en la cabeza para nosotros. A Jorge lo ganó la depresión, se pasaba días tirado en la cama mientras yo gritaba y le suplicaba que se pusiera en pie e hiciera algo. Pero el no podía, el cuerpo no le respondía.
Sin saber que hacer o por donde empezar vagué por comisarías, cuarteles y hospitales buscando algún dato, alguna pista de mis hijos. No sabía si estaban vivos o muertos. No sabía dónde ir, cómo moverme, ni a quién dirigirme, no entendía de abogados ni de habeas corpus. Mi cabeza era un torbellino, estaba desesperada, desorientada, aterrada.
Una tarde, después de mucho llenar papeles y caminar sin sentido de un lado a otro, la angustia acumulada durante meses explotó; me desplomé en un banco de Plaza de Mayo a llorar como nunca antes. Y entonces las vi. Eran unas veinte mujeres de mi edad, vestidas como yo – salvo por el detalle del pañuelo blanco en la cabeza – caminaban en silencio de a dos alrededor de la Pirámide.
“Quienes son?” – pregunté a un viejo que también se había detenido a observar. “Las Locas de Plaza de Mayo” – me respondió – “Se juntan aquí todos los jueves a pedir por sus hijos … caraduras! Se hubieran ocupado antes de saber en que cosa rara andaban esos hijos ... “ Pero yo ya no escuchaba. Cuando terminó la ronda me acerqué y les hablé. No sabía como explicarme, pero ellas comprendieron rápidamente. Me citaron para que las visitara al día siguiente en el lugar donde se reunían. No fui. Tenía mucho miedo. Volví el jueves siguiente a la Plaza y las contemplé de lejos, no podía acercarme pero tampoco podía irme. Y otro jueves, y otro ... . Pasaron dos meses. Un día encontré en el fondo de mi bolso el papel donde había anotado la dirección de estas mujeres. No sé como llegué alli, no lo recuerdo, estaba como en trance.
En ese lugar escuché muchas historias parecidas a la mía y encontré por fin gente con quien hablar de este tema que la mayoría evitaba. Me invitaron a unirme a las rondas en la Plaza.
“Yo no puedo, no tengo fuerzas, tengo miedo, no sé como enfrentar todo esto, yo lo único que quiero es morirme” – les dije. Una de ellas se acercó y me tendió un pañuelo blanco: “Tomá. Esto parece un pañuelo pero en realidad es una capa, una capa como la de Superman te acordás? tiene poderes. Con el en la cabeza ya no vas a sentir miedo, este pañuelo te dará toda la fuerza que necesites, probá ... vas a ver.”
Y así fue. Ellas Las Locas de Plaza de Mayo – como las llamaban en un principio – Las Madres de Plaza de Mayo, fueron uno de los puntos de quiebre fundamentales de ese período nefasto. Hubo otros, pero la entereza, la fuerza, la valentía de estas mujeres ya tienen un lugar en la historia. Armadas solo con el pañuelo blanco le hicieron frente a las botas y al horror. Ese pedazo de tela – que simbolizaba un pañal de los que se usaban en la época – las hermanó y les dio la fortaleza que nunca creyeron tener.
Hay millones de mujeres a destacar en todo el mundo, mujeres que dieron incluso su propia vida para que hoy estemos un poquito mejor. Yo elijo hoy a estas mujeres de mi país, porque su lucha me sigue conmoviendo y enorgulleciendo.
Aunque era una época de efervescencia política yo no participaba. Jamás me había interesado en el tema, vivía feliz en mi mundo de cacerolas y tejidos, dependiente en todo de Jorge que se encargaba hasta de pagar los impuestos.
Mis chicos empezaron a militar en el colegio, su compromiso y conciencia social fueron incrementándose conforme crecían. Trabajar por los demás los hacía felices.
Ambos desaparecieron con diferencia de horas y esto fué un mazazo en la cabeza para nosotros. A Jorge lo ganó la depresión, se pasaba días tirado en la cama mientras yo gritaba y le suplicaba que se pusiera en pie e hiciera algo. Pero el no podía, el cuerpo no le respondía.
Sin saber que hacer o por donde empezar vagué por comisarías, cuarteles y hospitales buscando algún dato, alguna pista de mis hijos. No sabía si estaban vivos o muertos. No sabía dónde ir, cómo moverme, ni a quién dirigirme, no entendía de abogados ni de habeas corpus. Mi cabeza era un torbellino, estaba desesperada, desorientada, aterrada.
Una tarde, después de mucho llenar papeles y caminar sin sentido de un lado a otro, la angustia acumulada durante meses explotó; me desplomé en un banco de Plaza de Mayo a llorar como nunca antes. Y entonces las vi. Eran unas veinte mujeres de mi edad, vestidas como yo – salvo por el detalle del pañuelo blanco en la cabeza – caminaban en silencio de a dos alrededor de la Pirámide.
“Quienes son?” – pregunté a un viejo que también se había detenido a observar. “Las Locas de Plaza de Mayo” – me respondió – “Se juntan aquí todos los jueves a pedir por sus hijos … caraduras! Se hubieran ocupado antes de saber en que cosa rara andaban esos hijos ... “ Pero yo ya no escuchaba. Cuando terminó la ronda me acerqué y les hablé. No sabía como explicarme, pero ellas comprendieron rápidamente. Me citaron para que las visitara al día siguiente en el lugar donde se reunían. No fui. Tenía mucho miedo. Volví el jueves siguiente a la Plaza y las contemplé de lejos, no podía acercarme pero tampoco podía irme. Y otro jueves, y otro ... . Pasaron dos meses. Un día encontré en el fondo de mi bolso el papel donde había anotado la dirección de estas mujeres. No sé como llegué alli, no lo recuerdo, estaba como en trance.
En ese lugar escuché muchas historias parecidas a la mía y encontré por fin gente con quien hablar de este tema que la mayoría evitaba. Me invitaron a unirme a las rondas en la Plaza.
“Yo no puedo, no tengo fuerzas, tengo miedo, no sé como enfrentar todo esto, yo lo único que quiero es morirme” – les dije. Una de ellas se acercó y me tendió un pañuelo blanco: “Tomá. Esto parece un pañuelo pero en realidad es una capa, una capa como la de Superman te acordás? tiene poderes. Con el en la cabeza ya no vas a sentir miedo, este pañuelo te dará toda la fuerza que necesites, probá ... vas a ver.”
Y así fue. Ellas Las Locas de Plaza de Mayo – como las llamaban en un principio – Las Madres de Plaza de Mayo, fueron uno de los puntos de quiebre fundamentales de ese período nefasto. Hubo otros, pero la entereza, la fuerza, la valentía de estas mujeres ya tienen un lugar en la historia. Armadas solo con el pañuelo blanco le hicieron frente a las botas y al horror. Ese pedazo de tela – que simbolizaba un pañal de los que se usaban en la época – las hermanó y les dio la fortaleza que nunca creyeron tener.
Hay millones de mujeres a destacar en todo el mundo, mujeres que dieron incluso su propia vida para que hoy estemos un poquito mejor. Yo elijo hoy a estas mujeres de mi país, porque su lucha me sigue conmoviendo y enorgulleciendo.
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36 comentarios:
Muy bueno Any, muy representativo del género.
Más de una vez me pregunté por qué no habrán sido los Padres de Plaza de Mayo, o los Abuelos de Plaza de Mayo... supongo que es una de las pruebas más acabadas de que el sexo débil no lo es tanto.
Besos!
Sobrecogedor relato...al igual que la historia verídica de estas mujeres. BRAVO por darlas hoy la palabra en tu blog. Besos
Un abrazo querida amiga,
Si, las madres de la Plaza de mayo, con sus pañuelos blancos... la elocuencia personificada, el silencio más clamoroso que haya contado la historia...
Mi eterno reconocimiento a su valor y coraje,
Un besito
Al final si pudo, se armó de valor con el pañuelo blanco, y se juntó con ELLAS.
Any, merecen ser recordadas esas mujeres con su denuncia valiente, tenaces. En este hermoso relato nos cuentas el camino que va de la soledad dolorosa de una mujer al dolor compartido y expresado de muchas mujeres. Así avanzamos no sin tropiezos, no sin menosprecios, avanzamos juntas, despiertas, dispuestas.
Un besito cariñoso.
Any, gracias por este conmovedor relato, gracias por hacernos entender el miedo, el dolor, la desesperación de estas ejemplares mujeres, gracias por hacernos llegar que cuando uno no lucha solo da menos miedo y que los injustos no están impunes de hacer con los demás lo que quieran, gracias, gracias y mil veces gracias y como siempre miles de besossssssssss
Any, qué lindo homenaje a las Mujeres y Madres de Plaza de Mayo!
Besos
El miedo es un sentimiento defensivo que el ser humano tiene para evitar situaciones de riesgo y de peligro. Vencer el miedo y afrontar riesgos para superar dificultades es propio de personas con entereza y las mujeres sabeis mucho de esa superación. Hermoso ejemplo de lo que digo, el que nos ofrecen las Madres de Plaza de Mayo. Gracias por recordarnoslo.
Un abrazo.
El miedo a que el estado haya hecho una quiebra, la pérdida de la soberanía nacional, la falta de confianza en la ciudadanía... de todo esto en la Ärgentina están Uds. curados ya de espanto. La opinión pública del resto en nuestro mundo, ha observado con horror. Incluso siente la complicidad con esa gente cuyos motivos ideológicos entroncan más con Dios que la lectura de los evangeliso derante una santa misa.
Sí, nuestra época de presos de Guantánamo en camilla, no disimula la necesidad de la tortura y nos presenta esas escenas grabadas en los vídeos.
No son nunca lo bastantes, esas o esos a mover a causa del abuso un dedo.
La vida social es una idra, un monstruo de la indiferencia. Los derechos humanos, cantinelas.
Si, ellas (y las Abuelas). Creo que acá dentro no nos damos cuenta de su real estatura.
Besos.
Muy bien, Any, fantástico como siempre...
Mujeres valientes, hay que serlo para no tener miedo ante una dictadura, muchas como ellas se necesitaría para cambiar el mundo.
Un abrazo
Absolutamente conmovedor Any, este relato contado en primera persona!
Llegan hasta lo mas hondo esos sentimientos de miedo, de impotencia y finalmente de consuelo con la comunión de otras mujeres que siente lo mismo.
Esas imágnes siempre me arrancan lágrimas!
Muy bueno Any, contado con simpleza y maestría, despues de todo no hace falta más!
Besito amiga!
Una historia conocida, pero que me ha conmovido hasta las lágrimas por cómo la cuentas, en especial la explicación sobre el pañuelo blanco, la capa de Supermán.
Gracias por traérnosla en este jueves que está resultando de los mejores.
Un beso.
Has hecho Any, un emotivo reconocimiento a esas mujeres que lucharon (y aún batallan por recuperar nietos) en esa dolorosa etapa, en que de ambas orillas se padeció muchísimo.
Sin dudas son un símbolo de esfuerzo y entrega, de valor y convencimiento, de no bajar los brazos ni amedrentarse por nada.
Por ELLAS y todas las ELLAS que suman fuerzas y convicciones para lograr reconocimiento y defender derechos, mi admiración.
Besitos al vuelo!
Gaby*
Muy bueno. Siempre los que logran vencer al miedo se agigantan, y al final tienen su recompensa.
Un saludo.
Digno homenaje, amiga, a estas mujeres que han sabido conmovernos y comprometernos con su lucha, que es la nuestra: la de la verdad y la justicia. Siempre es bueno, hacer memoria...
un fuerte abrazo
Casi me haces llorar... cómo podían llamarlas locas !! Pobres madres, qué no harian por un hijo! Me conmueve su lucha, tan justa, y espero que lleguen tiempos nuevos y aires limpios que no hagan necesarios esos jueves en la Plaza de Mayo. Admiro su valor. Un gran beso
Eso si que es valentía y ademas algo que nos suele acompañar a las mujeres, la persistencia, la constancia, de esa manera se llegan a conseguir muechas cosas.
Mala epoca para esas madre, que dolor tan intenso sentirian...
Me ha encantado any
un besazo
Has descrito magistralmente lo que debió ser un gran cambio de conciencia social en tu pais. Las Madres de la Plaza de Mayo,creo que ahora tambien llamadas Abuelas de la Plaza de Mayo supieron con valentí iniciar una toma de postura, su fuerza... la unión y esa capacidad de sacrificio que realmente parece ligada al cromosoma X
Un beso
El amor por un hijo, un nieto... el amor hace que el miedo se aparte y nazca la valentía más absoluta. Solo con su pañuelo y su fuerza, su grito lo escucho el mundo entero.
Un homenaje merecido.
Un beso.
Excelente relato, y también excelente elección la tuya.
Mi admiración, mi emoción y también mis lágrimas...
Un abrazo.
Es mi primera vez, por esta tu casa.
Vengo del Blog de Ceci y leo aqui otro aspecto de un mismo sentir, el de madres luchadoras, que se visten de esperanza en un acto de valentía y desafío... a la vez que se aunan, se apoyan y se entienden. El compromiso interior de una madre con un hijo es incondicional y está escrito en palabras de Amor...
Me ha encantado conocer el sentir de estas madres desde tus apalabras.
Seguiré viniendo por aqui si no te importa.
Besos
Que hace que una mujer a diferencia de un hombre pueda actuar de esta manera ante la desaparicion de sus hijos?
Porque el hombre a la primera de cambio se derrumba?
He aqui una gran diferencia,yo como hombre la respeto con intima admiracion.
cariños
Any: tu relato me llenó de emoción y orgullo. Por ellas y por todas las mujeres que, en cualquier lugar del mundo, luchan por lo que sienten (sin importar si las consideran locas o heroínas).
Gracias por recordarlas y homenajearlas.
Besos
el cmentario, vía mail.
Precioso relato de la dura realidad vivida por ELLAS. Yo no sabia del significado del pañuelo blanco, gracias porque estas mujeres sean siempre recordadas en su lucha.
Un beso
Dios - Madre antes que Dios - Padre.
Que no haria una madre por un hijo/a.
Gracias por la realidad de tu relato, Any.
Besos maternales.
Excelente relato, no le falta ni le sobra nada. Pasé un rato de buena lectura.
Any querida, que placer estar nuevamente en tu casa!!
Ya falta poco para que volvamos a "visitarnos"!
BESOTES HERMOSA Y BUEN FINDE!!
Any,
¡Qué bien relatado está este pasaje de la historia de tu país! Me gustó mucho leer sobre el tema. Algo diferente, nuevo, para mí. Por supuesto, he oído del tema y he visto documentales pero... tú, de tu mano, me llega frequito, en primera persona, vivido.
Gracias por acercarme ese pedacito de tu historia. Un bravo por esas madres, esas mujeres valientes y tenaces y solidarias.
Un fuerte abrazo solidario.
Me gustó este relato. Es un hermoso homenaje, con mucho sentimiento, que comparto.
Besos.
Un realto serio, un documento vivo de algo que conocemos en la distancia (como tantas otras cosas) y de lo que tomamos más consciencia cuando nos golpea en el pecho como lo ha hecho tu reivindicativo texto.
Bravo por Any, besos.
Muy llamativo su lucha y lo que consiguieron algunas porque muchas se han muerto sin saber donde estas sus nietos...en fin aqui se demuestra que las mujeres siendo mal consideradas debiles juntas podemos con todo..
Me encanto el relato
Primavera
Esas madres, abuelas si merecen un homenaje, ellas si saben luchar, sin armas, sin violencia, algo tendrán que conseguir en esa lucha silenciosa bajo sus pañuelos, esos pañuelos que cubren su miedo. Me ha encantado la visión que nos muestras de esa plaza de Mayo. Magnífica tu prosa. Un beso grande y muchos cariños
Muy bien contado, ANY.
Me gustó mucho el relato! Excelente! El miedo paraliza, pero a veces hace falta un motivo fuerte para vencerlo y dar ese primer paso. Sin ese motivo tan terrible ella hubiera seguido toda su vida sumergida entre cacerolas y sartenes.
Besos
Quise comentar en tu último post y no me deja y este no lo leí...
Te dejo un beso
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