domingo, 2 de agosto de 2009

En casa


Salgo, camino hasta calle Córdoba y llego a la plaza 25. Sigo por el pasaje Juramento que comunica al Monumento, las esculturas de Doña Lola me saludan. Subo para ver la llama votiva y miro las escaleras del patio cívico con ganas. Estaría para correr una carrerita eh? En mis oídos todavía resuenan las risas de mi infancia, “el último cola de perro”! y la llegada abajo con la lengua afuera. Estoy en casa.

Sigo caminando y llego al paseo de los artesanos. Cuantas cosas me compraría! Esto, esto y esto otro también. A ver cuanto tengo … no, no me alcanza. Bueno, el próximo domingo.
Llego al parque España y me quedo un rato laaaargo mirando el río que hoy se ve hermoso. Saco el diario y mi matecito de la mochila y me siento alli, con todo el paisaje para mi. Esto es vida si señor! Estoy en casa.

Ya son las 12. Mejor voy volviendo. Subo por calle Mendoza y ya que no me compré nada paso a pagarle al diarero. Como siempre me quiere cobrar demás. “Pero como 5 diarios si Julio tuvo 4 domingos solamente? Que? No, no, no! hace un montón que no compro la revista de pintura sobre tela! Yo saqué la cuenta, son $24”. Le pago, me mira, resopla y me hace el recibo: $24 y abajo con letra chiquita dice “pagó lo que le dio la gana”. Estoy en casa.

Pongo la llave en la puerta, está sonando el teléfono. Apuesto mi vida a que sé quien es y no me equivoco. Del otro lado una voz con tintes de cacatúa acelerada me taladra la oreja. “Si … si … ahá…. si … recién llego … de por ahí … sí me acordé … que tanto apuro? … ufa, ok, ya salgo para allá, chau má.” Estoy en casa.

Extrañaré todo esto el día que me vaya? Antes pensaba que no, ahora no estoy tan segura …