domingo, 23 de mayo de 2010

La bandera de los losers


Este fue uno de mis primeros post. Los ciudadanos, gente del montón que labura todos los días sin muchas mas pretensiones que vivir en paz y tener algún que otro momento de felicidad; los nadies, también formamos parte de este país y guardamos la esperanza de que esto alguna vez funcione como lo soñaron aquellos hombres de mayo de 1810. Mi deseo es que no nos lleve otros 200 años y que el tricentenario encuentre a sus pobladores viviendo dignamente y en armonía por fin, cobijados por ese símbolo celeste y blanco que nos pertenece a todos.
Ya va siendo hora.

En el colegio el turno mañana izaba la bandera, el turno tarde la arriaba. Por turno le tocaba una semana a cada curso, a la mañana se cantaba “Aurora”, a la tarde el “Saludo a la Bandera”.
Esta era una tarea reservada para los mejores promedios, los alumnos top, los demás ni nos acercábamos al mástil, solo formábamos en el patio y cantábamos sin demasiado entusiasmo. Nuestro patriotismo era directamente proporcional a nuestras calificaciones. El honor de manipular la bandera no alcanzaba a los “losers”.
Esa tarde la tarea del arriado le tocaba a nuestro curso; a eso de las 3 el cielo se puso negro y se escucharon los primeros truenos. “Ya esta lloviendo! Hay que cerrar las ventanas y bajar la bandera” – chilló la maestra – “a ver, Juan y Ana, vayan a buscarla , rápido antes de que se largue mas fuerte!”. Nos eligió al azar solo por ser los que estábamos sentados mas cerca de la puerta del aula.
Salimos disparados con Juan Ernesto hacia el patio, “dale apurate, vos andá bajándola que yo busco la caja” - le dije. La bandera se guardaba dentro de una caja debajo del mástil, donde también estaba la ruedita que manejaba el mecanismo de izado o arriado.

Alli estamos entonces los dos solos. Cada vez llueve mas fuerte. Saco la caja y la abro, dispuesta a que Juane me pase la bandera para guardarla , pero cuando levanto la vista la veo flameando alto todavía, viene bajando muy despacio, no llega ni a la mitad del mástil: -“Dale que pasa? Esta trabada? Dale Juane que nos vamos a empapar!”-. El no me escucha, está como hipnotizado, gira la ruedita despacio mirando la bandera y lo escucho cantar bajito. “- Juaaaaannnnee! Movete, que hacés???". - “Salve Argentina, bandera azul y blanca ...pará ….nunca bajé la bandera che… cantá, cantá dale”-. Está emocionado! Hasta ese momento nunca había sentido ese tipo de emoción “patriótica” (y tampoco me ha vuelto a pasar muchas veces) sin embargo le obedezco sin entender mucho porqué, canto junto con el en voz baja mientras miro como va bajando la bandera.
Ahora llueve fuerte, nos estamos haciendo sopa mientras la maestra nos hace señas frenéticas desde la ventana para que entremos; de reojo la vemos, pero hacemos como que no.
Juane y Ana por única y última vez en toda su carrera escolar, son los elegidos para arriar la bandera, y no van a desaprovechar la oportunidad. Ni a Juane ni a Ana les alcanza el promedio para repetir la hazaña, así que es ahora o nunca, sin testigos, sin fotos, sin poder avisarle a nadie. A dúo cantan el “Saludo a la bandera” entero, guardan todo, se sonríen el uno al otro y vuelven al salón chorreando agua pero contentos, a pesar de saber que los espera el reto de la maestra.

Teníamos 9 años, estábamos en 4to grado y nunca habíamos cruzado mas de dos palabras con Juane hasta ese día; a partir de alli se creó una conexión entre los dos que sigue hasta hoy.
No muchos conocen la historia. Lo que compartimos con Juancito ese dia, “la bandera de los losers”, quedó como uno de los mejores recuerdos del cole, un guiño entre los dos, un pequeño acto de justicia finalmente, porque los losers no tendremos ni un solo 10 en el boletín, pero también tenemos bandera … .

miércoles, 19 de mayo de 2010

Este Jueves un relato: Historias alrededor de una taza de café.


Any: Tiene piojos! Tiene piojos! Tiene piojos!

Javi: Callate pelotuda, te voy a ahogar en la pileta como a la mujer del piojoso …

Madre: Que dijiste?

Any: Piojoso! Piojoso! Ahjajajajajaj!

Javi: Nada … (susurrando) callate pelotuda, te voy a matar vas a ver …

Madre: BASTA LOS DOS!!! Que es eso de la mujer del piojoso? Hablá … no me hagas perder la paciencia, mirá que la vas a ligar …

Any: Es un cuento que nos contó el Tito cuando tomamos café con el. El Tito nos deja tomar café solo … no como vos …

Madre: Como café? Que cuento? HABLEN!

Javi: Dijo el Tito que había un tipo … Pedro … la mujer le decía ¡piojoso! todo el tiempo. Mirá que casa horrible tenemos por tu culpa, piojoso! No tenemos plata por tu culpa, piojoso! No tenemos auto por tu culpa, piojoso! No vamos de vacaciones por tu culpa, piojoso! Somos pobres por tu culpa, porque vos sos un piojoso! Y entonces el tipo agarró y le metió la cabeza en la pileta del patio y la ahogó. Y le decía “no me digas piojoso eh?, a mi no me digas piojoso, a ver … decime piojoso ahora hija de puta!!!” Y la mujer que tenía la cabeza en el agua, levantó las manos y con los dedos hizo como que mataba un piojo, asi con los dedos, como vos cuando reventás los piojos viste?

Any: Pero al final la ahogó dijo el Tito. Y la mujer se quedó asi … con los ojos abiertos y la piel se le puso verde y le salía …

Madre: Baaaasta! Pero … yo no puedo creer esto … mañana me va a escuchar ese viejo … y encima les da café! Y les cuenta atrocidades … Dios mío …

Javi: Pero estaba bueno el cuento, a mi me gustó, y me gusta mas el café solo. Yo no quiero mas leche, se le hace nata arriba, es asquerosa … y esta pelotuda saca la nata de su taza y la pone en la mía …

Any: Mentira! Y yo también quiero café solo, el Tito lo bate con soda y le sale con una espuma asi de gorda …

Madre: Vos dejá de decir “pelotuda” cada dos palabras porque te voy a bajar todos los dientes. Y vos … salgan! … desaparezcan ya! antes de que los mate. Ya van a ver … café solo … y ese viejo mañana … no sabe la que le espera … .


Nunca supimos que pasó. El viejo siguió viniendo a quedarse con nosotros por la tarde y siguió contándonos cuentos, uno mas truculento que el otro. Café solo no volvimos a tomar eso si. Café con leche, con mas café que leche y bien batido para tener bigotes de espuma mientras escuchábamos las historias del Tito.
Mas historias alrededor de una taza de café en lo de Gustavo

viernes, 14 de mayo de 2010

Tan sutil ...


Diplomática. Aunque mis detractores opinen lo contrario, me considero una persona diplomática. No me gusta generar incomodidad o dolor en los demás, prefiero que mi opinión, idea o pensamiento respecto de algo se transmita suavemente a la otra persona, sin altisonancias ni palabras hirientes. Suave pero firmemente se entiende.
Para esto nada mejor que el “método de las situaciones creadas” que ayuda al interlocutor a entender el mensaje.
He aquí el ejemplo práctico perfecto de dicho método aportado por la familia de Helen:

Helen Hayes (actriz angloamericana, 1900-1993, los memoriosos quizas la recuerden personificando a la astuta viejita Miss Marple) famosa por su poco talento para el arte culinario decidió cocinar para toda su familia una navidad. “Es la primera vez que cocino un pavo – les dijo – si el resultado no es bueno, por favor sean piadosos conmigo; sin muchos comentarios nos vamos todos a un restaurant.” Dicho esto sirvió el pavo y fue hasta la cocina en busca de la salsa para acompañarlo. Volvió 5 minutos mas tarde y todos seguían sentados a la mesa … pero con los abrigos puestos.

Piadosos pero contundentes sin dudas.

Tengo una amiga, que ejercita una forma un tanto mas particular de diplomacia; sostiene ella que para enfrentar algunas situaciones hace falta una mezcla de sutileza y crueldad; sutileza para no ir con los tapones de punta al choque directo y ahorrarse escenas desagradables y/o violentas. A esto es necesario adicionar una dosis de crueldad a voluntad (sabido es que la letra con sangre entra) que ayude a fijar el concepto en el hemisferio cerebral derecho del interlocutor. Este, una vez captada la idea, abandonará su postura hostigadora al instante (léase: si sabe lo que le conviene, se dejará de joder.)
La siguiente escena ejemplifica la teoría:

La anécdota fue protagonizada por Calvin Coolidge, presidente de Estados Unidos entre 1923 y 1929.
De visita en una granja, la esposa del presidente se interesó por la frecuencia con la que copulaba el gallo del lugar. “Una docena de veces al día por lo menos” – le contestó el guía. Al oírlo, la primera dama pidió al guía que comunicara este dato al presidente quien se encontraba a unos metros de distancia. El presidente escuchó con atención y preguntó: “Siempre con la misma gallina?”
“Por supuesto que no – respondió el guía – cada vez con una distinta”
“Por favor, transmítale eso a la Sra. Coolidge”

Ay! Sra., Sra. … eso le pasa por hacerse la viva … .

Me pregunto, cuan diplomáticos serán los visitantes de este lugar en una escala del uno al diez?

Buen finde para todos.

lunes, 10 de mayo de 2010

Deluxe


Desde que tengo memoria el concepto de lujo me fue muy ajeno. En mi casa vivíamos al día, ajustados a un presupuesto como la mayoría supongo. Entonces lujo era comprar conitos de chocolate el domingo, o ir todos al circo. En mi caso personal lujo era estrenar un vestido por ejemplo; mis hermanos se pasaban la ropa entre ellos, yo la heredaba de mis primas mayores. Odiaba esta situación pero poco importaba que me resistiera, no había opción “como que no te querés poner este vestido porque era de la Bibi? claro, la señorita es la reina de Saba! ponete eso ya haceme el favor!” y alli finalizaba la discusión con mi madre.
Luego vino el tiempo de ser rebelde, el paso por la universidad, amigos y lecturas ayudaron a que me creyera muy contestataria, poco menos que la encarnación de Rosa Luxemburgo (perdón Rosita). Lujo? Pero por favor! Eso era cosa de oligarcas, gente mediocre y burguesa sin conciencia social, y yo era muy revolucionaria, yo estaba con el pueblo (escribo esto y recuerdo a Libertad preguntándole a un policía “que colectivo hay que tomar para ir a estar con el pueblo?!”).
“El lujo es vulgaridad, dijo, y me conquistó …” martillaban los Redondos en mi cabeza, con bastante razón por cierto. Nos rodea con frecuencia una ostentación del lujo innecesaria, vergonzosa y definitivamente vulgar. Pero me estoy yendo de tema.
De esa época de utopías, linda época, han pasado hectolitros de agua bajo el puente; si hoy alguien me preguntara por el lujo ya no sería tan rotunda. Sin embargo no lo asocio literalmente a mansiones opulentas, lugares exóticos o ropa de marca ultra-exclusiva.
Mi idea de lujo hoy significa hacer lo que me dé la gana y para esto si necesito integrar al concepto dos elementos esenciales: tiempo libre y fundamentalmente algo de dinero que lo sostenga. Lujo es tener la libertad de elegir donde estar y que hacer, armar mi bolso, subirme a un avión o a un colectivo y partir sin rumbo fijo o visitar a mi familia y amigos, poder ir un lunes como hoy al parque a las 3 de la tarde y mirar el río mientras tomo mate, quedarme en mi cama bajo la frazada cuando afuera hace 0º y llueve. Lujo es no angustiarse sacando cuentas y pedaleando la guita, lujo es no depender del reloj, lujo es acceder a la posibilidad de educarse y tener claridad de pensamiento, lujo es estar sano y mantener ese estado mucho tiempo.
Asi las cosas, creo que no es una cuestión de Rolls Royce en el garage, de Rolex en la muñeca, o de hoteles 15 estrellas en la Isla de Green Feather; es mas bien algo que tiene que ver con un estado de placidez mental, con la tranquilidad propia y de nuestro entorno, con vivir sin sobresaltos un estilo mas relajado de vida, con tener acceso a un mínimo de dignidad y oportunidades.

Entonces la respuesta hoy sería si, me interesa el lujo.

Me pregunto si a los 80 habré vuelto al ideal ascético y despojado de los 20 años o seré una vieja loca desesperada por emular el estilo de vida top de la star de turno. Y mirando la foto estoy empezando a desconfiar de mi misma, como dijo Oscar Wilde “Dadme lo superfluo y yo me la pasaré sin lo necesario", astuto Don Oscar, je.

Que tengan todos uds. una semana de lujo.

domingo, 2 de mayo de 2010

Frikihábitos: Vino Triste


Cuenta la leyenda que el político inglés George Alfred Brown, de destacada labor en el Ministerio de Asuntos Exteriores Británico, era afecto a la bebida, muy afecto, afectérrimo. Durante una de sus visitas a Sudamérica, en una recepción oficial y correspondiéndole abrir el baile, Don George que estaba en un estado etílico interesante, se apersonó al centro del salón y dijo: “Hermosa dama de vestido escarlata, me haría ud. el honor de bailar conmigo?”
Una voz grave le respondió: “De ninguna manera. Primero porque usted está borracho. Segundo porque esto no es un vals sino el himno nacional peruano. Y tercero, porque no soy una señorita sino el arzobispo de Lima”

Y es que tomar en cantidad no es para cualquiera, o por lo menos no todos tienen la resistencia que les permita seguir actuando normalmente después de la tercera copa.
Hay muchas clases de borracho, está el que grita, se enoja y se quiere agarrar a trompadas hasta con su propia sombra porque insiste en que el “está perfecto”; está el borracho cariñoso que después de unas copas ama a todo el mundo y anda abrazando, besando (y lo que pinte) a todo el que se cruza en su tambaleante camino; está el borracho dancer que monopoliza la pista creyéndose John Travolta, baila, pisa gente y termina tropezando y rompiéndose los dientes para regocijo y horror de la concurrencia; está la versión singer que se da mucho en los karaokes, el tipo agarra el micrófono por su cuenta y aúlla hasta que alguien se cansa y le tira con algo; está el borracho desagradable que se descompone, vomita, le baja o le sube la presión y termina en la guardia de un hospital; está el borracho streaper que le da por sacarse la ropa al estilo Full Monty “I believe in miracles …!”. En fin, hay una variedad interesante.
Pero sin dudas el peor de todos es el borracho atacado por el síndrome del “vino triste”; cualquier palabra desencadena su reacción lacrimógena, tanto puede llorar porque se siente un fracasado o porque se le murió la tortuga cuando tenía 12 años. Acosa a conocidos y desconocidos con una lista interminable de desgracias, problemas, calamidades, desdichas y desventuras. Y yo tengo tanta mala suerte que justo me le voy a sentar al lado! El Universo está en mi contra evidentemente. Si los dioses querían probar mi capacidad de empatía, solidaridad, comprensión y sensibilidad, pues bien, quedó comprobado que soy una perra malvada. Un tipo que se toma todo el vino de la mesa y aledaños, me cuenta con lujo de detalles su calvario conyugal y llora a los postres porque su mujer lo dejó – mientras toda la mesa me mira como si yo fuera la culpable de su llanto desconsolado - no es ni cerca mi ideal de compañía ni en un asado, ni en ningún lado.
La próxima me siento al lado de la nona Lelia (abuela de mis amigos de 97 jóvenes años) que incluso escuchará gustosa mi propia lista de quejas y pesares porque para comer se saca el aparato del oído a fin de que nada la interrumpa.
Grande Leli !!!