domingo, 22 de noviembre de 2009

Noviembre y otra vez El abanico ...


La canción debería llamarse “Wake me up when November ends”. No me gusta este mes, nunca me va bien en Noviembre. Menos mal que ya se va y espero que se lleve toda la melancolía con el.
Mañana se cumple un año de la muerte de mi amiga Coca; este post fue muy especial para mi y salió asi de un tirón, como si alguien me lo dictara.
Lo vuelvo a subir en homenaje a Coquita y porque vengo medio para atrás con la inspiración. Algunos ya lo leyeron, y los que no, espero que les guste la historia.


Carolina llegó a la escuela en quinto grado y desde ese momento nos hicimos inseparables. Caro era hija única y vivía con Coca su madre. Coca era una mujer bajita, algo regordeta, con unos ojos muy grandes y oscuros siempre perfectamente delineados. Se vestía muy llamativa con colores estridentes , usaba muchos collares y aros grandes, y una veintena de pulseras que le ponían un tilín tilín a los ademanes con los que siempre acompañaba sus palabras. Lo mas llamativo de Coca era el pelo, negro y largo hasta la cintura, lo llevaba siempre peinado en una trenza, que pocas veces dejaba suelta, generalmente la enroscaba formando un gran rodete. Supongo que me llamaba tanto la atención porque la comparaba con mi madre que siempre usó el pelo muy corto, unos aritos muy pequeños de oro como único adorno y la cara lavada.
Pero lo que a mi mas me gustaba era el abanico que usaba Coca; un abanico negro de encaje, con una especie de bailaora, supongo, pintada en un costado. Como me gustaba! Cada vez que iba a casa de Caro contemplaba el abanico que Coca solía dejar dentro de la ponchera sobre la mesa del comedor. Un día me contó la historia del abanico; su madre nacida en Málaga era gitana, a los 20 años conoce un muchacho en el pueblo y se enamoran; en su casa se niegan rotundamente a aceptar la relación porque el no era gitano y amenazan con casarla a ella con un primo que vive en otro pueblo. Entonces la pareja se escapa, se casan y un tiempo después se embarcan rumbo a América; el día que sale de su casa con lo puesto para no delatar su intención de escapar, le pide prestado el abanico a su madre; sabe que no volverá a verla y quiere llevarse algo de ella. Asi el abanico era el único recuerdo, la única referencia que Coca tenía de su abuela materna a quien solo conoció por los relatos de su madre.
La casa de Caro y Coca se convirtió en mi segunda casa, alli jugué, estudié, crecí, pasé buenos y malos momentos; allí en la cocina de mis amigas lloré a los 16 el final de mi primer amor, cosa que ni siquiera hice en mi propia casa. Ellas dos fueron parte de mi vida y mi familia.
El año pasado le diagnosticaron a Coca un cáncer de páncreas que la fulminaría en 6 meses. Estuvo varias veces internada, la última internación duró como un mes durante el cual fui a verla cada vez que pude. Un sábado a la mañana llego a la clínica y la encuentro discutiendo con Carolina. -“No se quiere cortar el pelo- me dice Caro – y con tantos días en cama la trenza está hecha un matete imposible de peinar, se la tiene que cortar.” Caro está triste, nerviosa y agotada, “tengo que ir hasta la obra social, te podés quedar un ratito?” “Claro – contesto- andá tranquila”. Nos quedamos solas. Coca está muy desmejorada ya, pero conserva su sonrisa.
“Te puedo pedir un favor Anita?” – pregunta.
“Si obvio Coca, querés que te vaya a comprar algo?”
“No, decime Any, no te animás a desenredarme la trenza?? No tengo fuerzas para peinarme yo y no me la quiero cortar!!”.
Me parte el alma el pedido, no puedo decirle que no. Asi que con mucha paciencia le desarmo la trenza, la verdad es que Caro tiene razón, es una maraña. Voy hasta el kiosko y compro un par de sobrecitos de crema para peinar y arranco. Me lleva casi tres horas desenredarle el pelo, lo hago despacio, no quiero tironearle ni hacerle mal. Armo la trenza que ahora es gris, y la enrosco no en un rodete sino enmarcándole la cara, para que no le moleste al apoyar la cabeza en la almohada. Cuando vuelve Caro no lo puede creer, las dos están tan contentas ... . Me despido de Coca que me abraza fuerte y me agradece sin palabras. De saber que era la última vez que la vería, también le hubiera agradecido por tantas cosas! o me hubiera quedado mas tiempo o algo, no sé . Coca murió tres días después, a fines de noviembre.
Ayer feriado me llama Caro para invitarme a comer, “venite que el Gordo quiere estrenar el disco que se compró con un pollito a la cerveza”. Ok voy; un éxito el pollo, estaba buenísimo!Se hace larga la sobremesa, la familia del Gordo propone tomar unos mates pero yo paso, son las cuatro y media de la tarde ya y tengo un par de cosas que hacer en casa, así que me despido y Caro me acompaña hasta la puerta:
“Antes de irte, tomá esto es para vos” – me da un paquetito alargado envuelto en papel de regalo.
“Que es esto? – pregunto- no es mi cumple hoy ...”
“No ya sé, esto – me dice- es un regalo de Coca para vos” . Abro el paquete y adentro está el abanico negro; se me nubla la vista, “estás loca, como me vas a dar el abanico de tu vieja?”
“Ella quiso , te acordás del sábado que la peinaste? Bueno, se quedó tan feliz ese día! dijo que quería agradecerte y sabía que te gustaría conservar el abanico negro, que en realidad siempre había pensado en regalártelo, pero se le fue pasando ... charlamos tanto ese sábado, nos acordamos de tantas cosas ... y vos estuviste siempre presente. Te quiso mucho mi vieja sabés?”
Tengo un nudo en la garganta que me impide hablar, asi que le doy un beso a Caro y me voy corriendo. No tengo su gracia para usar el abanico, no pega con los jeans ni con el tipo de ropa que uso habitualmente. Para una fiesta quizás ... mmm si, puede ser. Mientras tanto tengo pensado llevarlo a que le hagan un soporte o algo para colgarlo en la pared del living, desde allí me va a alegrar la vista y el ambiente y seguramente a Coca le gustaría la idea ...

Y soy tan colgada que 8 meses después todavía tengo el abanico en su cajita, sorry Cocucha, voy a ver si en estos días me encargo del tema.

Buena semana para todos.-