miércoles, 23 de noviembre de 2011

Este Jueves Un Relato: Extranjeros e Inmigrantes



Esta historia la contaba mi abuela, si non é vero ...

Pascualino, llegó de Sicilia escapando de la miseria. En el pueblo quedaron Asunta su mujer, un hijo pequeño y otro en camino.
A su arribo, trabajó un tiempo en el puerto de Buenos Aires, ahorrando cada moneda para los pasajes de su familia.

El intercambio epistolar entre Asunta y Pascualino era lento y complicado. Sin embargo intentaban mantener una cierta regularidad en los mensajes. Asunta le contaba sobre el nacimiento de su hija, tan parecida a el. Pascualino le contaba sobre sus progresos y sobre un posible viaje al interior en busca de mejores oportunidades. Le habían ofrecido trabajar en una carpintería que se abría en Rosario y hacia allá partió esperanzado.
Una vez instalado, Pascualino envió noticias contando sobre cuanto le gustaba su nuevo trabajo, lo cómodo que estaba en la habitación que le alquilaba Elsa - su nueva casera - y lo amable que era esta señora siempre atenta a sus necesidades.
Poco a poco la comunicación se fue espaciando hasta desaparecer. Ni una carta, ni un mensaje, ni una noticia, Asunta estaba desesperada. Pasó un año, dos, tres ... .
Decidida a saber de su marido, Asunta consiguió comprar los pasajes y se embarcó hacia América con los chicos, sin dinero, sin hablar el idioma, con unas pocas señas y referencias de donde encontrar a Pascualino. Y lo encontró ... casado con Elsa y flamante padre de mellizos.
Contaba mi abuela que el escándalo se escuchó en toda la cuadra: gritos, llantos, rechinar de dientes e insultos bilingües. Sin embargo Asunta no tenía donde ir, no tenía un peso, no tenía muchas opciones. Convinieron en que pasaría la noche en una de las piezas del fondo que Elsa tenía para alquilar. Asunta se quedó desde esa noche y para siempre. En el barrio nadie hizo preguntas y se acostumbraron a esa colorida familia, una suerte de precursora de lo que hoy se conoce como “familias ensambladas”.
Elsa y Asunta convivieron con Pascualino muchos años, tuvieron varios hijos mas cada una, abrieron una panadería entre las dos. Juntas enterraron a Pascualino y juntas vivieron en armonía hasta que murieron.

En casa Pascualino tiene enconados detractores y fervientes defensores. Personalmente creo que la historia siguió un curso más o menos lógico. Era de prever que Pascualino encontraría compañía y que Asunta no se quedaría tan tranquila sin saber si estaba vivo o muerto. Lo imprevisible es que las dos mujeres se hicieran amigas y compartieran al italiano como si fuera una pizza. Y que además esa amistad sobreviviera a las circunstancias, a la convivencia, al que dirán y al tipo mismo … .
Las historias de los inmigrantes podrían llenar varias bibliotecas.

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