domingo, 22 de agosto de 2010

Ligero


Hasta luego. Nunca digo hasta luego. Puede ser chau, hasta mañana, hasta pronto, o incluso nos vemos o ya vengo (si es que pienso volver enseguida). Hasta luego no, costumbre supongo.

Recuerdo a alguien que pasó por mi vida hace mucho. En el inicio de la relación me previno que sería algo temporal, estaba esperando el permiso de residencia para trabajar en otro país. El no podía dejar de irse. Yo no podía dejar de quedarme. Asi quedó planteado entonces.
Pasamos varios meses juntos, no hubo lamentaciones ni arrepentimientos, fue un buen tiempo. Sabía que el partiría a principios de enero y nos quisimos como se quieren los que saben que el final está cerca, que no es una situación muy común, pero puede pasar.
Un día antes de Nochebuena nos juntamos, brindamos y me regaló un pequeño búho de cristal que todavía conservo. A la mañana siguiente partí a pasar la Navidad con mi familia. “Hasta luego” – me dijo. “Como hasta luego? Hasta el lunes no vuelvo ... el lunes nos vemos” – contesté. “Si claro” – dijo el.
Al volver encontré su departamento vacío. Ya se había ido. En una nota me decía que no le gustaban las despedidas, la verdad que a mi tampoco me gustan.
Esa mentira hizo que disfrutara nuestro pequeño festejo sin saber que era la última vez que lo veía, sin la angustia y la tristeza que acompañan los adioses.
El hizo que nuestro último momento juntos fuera suave y ligero como el primero.

Cuando me vaya algún día también haré lo mismo, solo diré hasta luego como si pensara regresar. Como si me quedaran muchas palabras por decir, muchos abrazos para dar, como si no pasara nada.
Solo para que los últimos instantes sean suaves, ligeros y tengan la misma alegría de los primeros.