miércoles, 20 de octubre de 2010

Este Jueves un Relato: Robótica


Este es un trabajo en conjunto entre Casss y Any , aprovechando la tecnología y la robótica de que disponemos.
Escribimos parte y parte a distancia y este es el resultado.

Era la atracción de la feria internacional de Tokio. El cabello peinado en una larga trenza negra relucía bajo los spots. Sus rasgos orientales le daban un aire misterioso; parecía muy frágil sobre aquella tarima desde la cual saludaba a los visitantes. Kimiko tenía la piel cálida al contacto y sus movimientos eran casi perfectos, nadie que no conociera de antemano su condición de androide se hubiera dado cuenta con solo verla.
No estaba a la venta, era solo para exhibición pues algunos detalles de su complicado mecanismo no estaban completamente ajustados. Sin embargo la insistencia de Pierre y la suma que ofreció por ella terminaron convenciendo a sus creadores.
Kimiko partió entonces cuidadosamente embalada hacia su nuevo hogar en Lyon.
El excéntrico ejecutivo estaba encantado con el juguete nuevo; exótica y delicada, sus modales exquisitos, sus conocimientos de arte y ciencia, cautivaban también a los vecinos y amigos de Pierre. Todos envidiaban su suerte, Kimiko era la compañía ideal, no tenía pasado, ni familia molesta, ni ex marido. No se quejaba por nada, ni reclamaba, ni hacía escenas de celos por los amoríos de su dueño. No exigía costosos regalos, ni joyas, ni viajes, se limitaba a aceptar con un “gracias” lo que el le ofrecía. Nunca estaba cansada, ni le dolía la cabeza, ni estaba “en esos días”, complacía todos y cada uno de los caprichos y las fantasías de Pierre. Sin pasión de por medio, sin promesas de amor eterno ni compromisos, sin miedos ni sobresaltos, era la amante perfecta.
Kimiko no tenía sentimientos, pero sí un sofisticado software entre cuyas funciones estaba la de corresponder a las emociones positivas según los estímulos que recibía.
Transcurrió un tiempo y la convivencia de la pareja era óptima. Un verdadero shangrilá.
Pierre podía dedicarse a trabajo y placeres sin ningún tipo de preocupaciones ni interferencias. Esa mujer lucía, olía y vivía de forma soñada.

El día amaneció tranquilo, un baño refrescante para los 26 grados anunciados, un desayuno frugal: lo esperaba un día de mucho trabajo y un rápido saludo a Kimiko, precedió a la autopista que lo llevaba a la empresa. Una procesión de hormigas laboriosas a 140 kms. por hora con la meta fija de llegar. De pronto un reventón lo lanzó por los aires, ni el cinturón ni el airbag funcionaron. Sangre, dolores intensos, ruidos, gritos, vahídos, confusión era lo único que recordaba en la cama del hospital a donde fue conducido. Pero lo peor de todo era la angustia de morir sintiendo que ni siquiera tenía alguien a quien darle su último adiós y lo llorara. Eso pensaba entubado y conectado a una máquina en el centro de tratamientos intensivos.

Cuando pudo despertar al mundo, se encontró con unos ojos que lo miraban atentamente, esperando órdenes. A los pies de la cama la mujer androide, bella y helada, le sonreía mecánicamente sin un rastro de sufrimiento o piedad.
Fue recuperando los signos vitales y mientras lo hacía, la presencia de Kimiko no significaba nada. Entretanto esperaba con ansias todos los días la llegada de Karen, la enfermera del turno matutino. No era bonita, ni atractiva, ni si quiera coqueta, tampoco extrovertida, pero cuando se acercaba para medirle el pulso, éste se le aceleraba al simple contacto de esas manos que con uñas prolijas sin afeites ninguno, lo hacían sentir de nuevo vivo.

Mas tecnología en lo de Gustavo
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