Siempre tuviste una claridad conceptual y una lucidez muy superior al resto de nosotros. Tu cerebro no descansaba, absorbías todos los detalles en una sola mirada y los procesabas a velocidad supersónica. Cuando nosotros íbamos, vos ya habías ido y vuelto 5 veces.
Serio e impenetrable, con la mejor cara de “yo no fui”, tu cabeza ideaba las peores travesuras, milimétricamente planeadas, en las que quedábamos todos invariablemente involucrados y castigados.
Te admiraba y te detestaba al mismo tiempo. Sabías como hacerme enojar hasta el punto de la furia, esa furia roja y fea que te enceguece y te habilita para hacer cualquier cosa, como cuando te tiré la tijera con una fuerza que ni yo misma creía tener te acordás?. La tijera se clavó en tu pierna derecha; mientras empezaba a brotar la sangre y yo pensaba que te había asesinado o poco menos, vos levantaste la cara y me sonreíste con esa media sonrisa tuya: “fallaste idiota”. Tuviste suerte de que llegara la vieja mirá …, creo que sino te hubiera matado en serio.
Desde que tuve conciencia fuimos al choque. Cualquier motivo era válido para enfrentarnos, pelear, amenazarnos y hacer efectivas las amenazas. Jugabas con demasiada ventaja, eras mucho más rápido mental y físicamente; pero no contabas con mi voluntad, Any era una guerrera paciente, consecuente, y se tomó el trabajito de estudiar a su oponente durante años ... hasta que aprendió la técnica. Entonces las batallas fueron un poco mas parejas, mordiste el polvo muchas veces.
Sin embargo, y paralelamente a nuestras discusiones eternas y bizantinas, hubo momentos en que me sorprendiste con gestos que contradecían nuestra íntima enemistad. Gestos casi imperceptibles para los demás, pero no para mi. Y debo agradecerte la soga – impensada – que me tiraste en forma rápida, efectiva y sobre todo discreta, en un momento muy oscuro. Estuviste allí para ayudarme y yo no lo olvido.
Seguís siendo brillante y hermético. Te sigo admirando tanto o mas que antes. Pero mi querido, los años no pasan en vano, nos hacen cambiar, van limando lo áspero, van agujereando las armaduras. La tuya se está oxidando, muy a tu pesar seguramente.
El tiempo y tus hijos te han suavizado el carácter, han neutralizado la acidez de tus palabras, te han vuelto mas vulnerable, casi humano te diría ja!. Tu sarcasmo característico sigue apareciendo cada tanto - porque el zorro pierde el pelo pero no las mañas - igual hoy sé que estamos cerca y contamos el uno con el otro.
Y como esto no lo vas a leer, te puedo decir que me siento orgullosa de ser tu hermana y que sos una de las personas mas importantes para mi. Aunque vos ya lo sabés no?.
Te quiero Lele.
Para leer sobre otras enemistades pueden pasar por lo de Gustavo
Serio e impenetrable, con la mejor cara de “yo no fui”, tu cabeza ideaba las peores travesuras, milimétricamente planeadas, en las que quedábamos todos invariablemente involucrados y castigados.
Te admiraba y te detestaba al mismo tiempo. Sabías como hacerme enojar hasta el punto de la furia, esa furia roja y fea que te enceguece y te habilita para hacer cualquier cosa, como cuando te tiré la tijera con una fuerza que ni yo misma creía tener te acordás?. La tijera se clavó en tu pierna derecha; mientras empezaba a brotar la sangre y yo pensaba que te había asesinado o poco menos, vos levantaste la cara y me sonreíste con esa media sonrisa tuya: “fallaste idiota”. Tuviste suerte de que llegara la vieja mirá …, creo que sino te hubiera matado en serio.
Desde que tuve conciencia fuimos al choque. Cualquier motivo era válido para enfrentarnos, pelear, amenazarnos y hacer efectivas las amenazas. Jugabas con demasiada ventaja, eras mucho más rápido mental y físicamente; pero no contabas con mi voluntad, Any era una guerrera paciente, consecuente, y se tomó el trabajito de estudiar a su oponente durante años ... hasta que aprendió la técnica. Entonces las batallas fueron un poco mas parejas, mordiste el polvo muchas veces.
Sin embargo, y paralelamente a nuestras discusiones eternas y bizantinas, hubo momentos en que me sorprendiste con gestos que contradecían nuestra íntima enemistad. Gestos casi imperceptibles para los demás, pero no para mi. Y debo agradecerte la soga – impensada – que me tiraste en forma rápida, efectiva y sobre todo discreta, en un momento muy oscuro. Estuviste allí para ayudarme y yo no lo olvido.
Seguís siendo brillante y hermético. Te sigo admirando tanto o mas que antes. Pero mi querido, los años no pasan en vano, nos hacen cambiar, van limando lo áspero, van agujereando las armaduras. La tuya se está oxidando, muy a tu pesar seguramente.
El tiempo y tus hijos te han suavizado el carácter, han neutralizado la acidez de tus palabras, te han vuelto mas vulnerable, casi humano te diría ja!. Tu sarcasmo característico sigue apareciendo cada tanto - porque el zorro pierde el pelo pero no las mañas - igual hoy sé que estamos cerca y contamos el uno con el otro.
Y como esto no lo vas a leer, te puedo decir que me siento orgullosa de ser tu hermana y que sos una de las personas mas importantes para mi. Aunque vos ya lo sabés no?.
Te quiero Lele.
Para leer sobre otras enemistades pueden pasar por lo de Gustavo