Se conocieron en marzo aprendiendo a bailar folklore. Los dos pasaban los 50. Ella soltera con algunos desamores en su pasado. El viudo con dos hijos adolescentes.
Agitaron pañuelos con La Tristecita y se fueron descubriendo. Los dos tenían una vida simple y estaban casi resignados a la soledad. Ella muy habladora, casi locuaz. El tímido y reservado.
Bailaron chacareras de esas en las que uno siente retumbar el bombo en el corazón tutu-cu tutúm tutu-cu tutúm. Los dos percibieron algo especial en ese latido. Ella le cocinó empanadas de carne dulces. El le trajo una orquídea silvestre de su jardín.
Pasearon por la costanera algún domingo. Los dos sintiéndose felices de haberse encontrado finalmente. Ella atenta a sus palabras que no eran muchas. El atento a encontrar el momento para hablar de amor.
Asi llegaron a diciembre. Los dos con el alma inquieta porque terminaban las clases de danza y no se verían hasta marzo. Ella pensaba en como hacer para no despedirse. El compraba una agenda del próximo año: 1965.
Se reunieron con los demás en la despedida de año. Los dos bailaron juntos una última zamba y se miraron por sobre los pañuelos. Ella le sonrió con tristeza. El la miró con intensidad.
“Le traje algo para ud” – dijo ella tendiéndole una pequeña caja. Adentro había un pañuelo de seda con las iniciales de el bordadas en dorado. “Para que el ‘arresto’ le salga cada vez mejor”.
“Yo también le traje algo” – dijo el – “no es un regalo tan bonito como el suyo pero espero que le guste”.
A ella le causó cierta desilusión esa agenda de tapas duras. Esperaba algo mas personal, una de esas orquídeas blancas que el cultivaba hubiera estado bien. Le agradeció y guardó el paquete en su cartera.
Pasó fin de año. Limpiando su escritorio ella encontró un recorte de diario con un poema de Neruda. Eran palabras de amor delicadamente hilvanadas por el poeta. “Las palabras justas para estrenar la agenda” – pensó. Sacó el celofán y la abrió en el día 1º de Enero de 1965, ¿pero como? la hoja ya estaba escrita con una letra alargada y prolija.
“Quisiera completar los días de esta agenda junto con ud. Me haría el hombre mas feliz de la tierra si aceptara que compartamos juntos este y todos los años por venir. ¿Quiere casarse conmigo? Espero su respuesta en la próxima zamba.”
Y fueron muy felices durante los siguientes 25 años.-
Agitaron pañuelos con La Tristecita y se fueron descubriendo. Los dos tenían una vida simple y estaban casi resignados a la soledad. Ella muy habladora, casi locuaz. El tímido y reservado.
Bailaron chacareras de esas en las que uno siente retumbar el bombo en el corazón tutu-cu tutúm tutu-cu tutúm. Los dos percibieron algo especial en ese latido. Ella le cocinó empanadas de carne dulces. El le trajo una orquídea silvestre de su jardín.
Pasearon por la costanera algún domingo. Los dos sintiéndose felices de haberse encontrado finalmente. Ella atenta a sus palabras que no eran muchas. El atento a encontrar el momento para hablar de amor.
Asi llegaron a diciembre. Los dos con el alma inquieta porque terminaban las clases de danza y no se verían hasta marzo. Ella pensaba en como hacer para no despedirse. El compraba una agenda del próximo año: 1965.
Se reunieron con los demás en la despedida de año. Los dos bailaron juntos una última zamba y se miraron por sobre los pañuelos. Ella le sonrió con tristeza. El la miró con intensidad.
“Le traje algo para ud” – dijo ella tendiéndole una pequeña caja. Adentro había un pañuelo de seda con las iniciales de el bordadas en dorado. “Para que el ‘arresto’ le salga cada vez mejor”.
“Yo también le traje algo” – dijo el – “no es un regalo tan bonito como el suyo pero espero que le guste”.
A ella le causó cierta desilusión esa agenda de tapas duras. Esperaba algo mas personal, una de esas orquídeas blancas que el cultivaba hubiera estado bien. Le agradeció y guardó el paquete en su cartera.
Pasó fin de año. Limpiando su escritorio ella encontró un recorte de diario con un poema de Neruda. Eran palabras de amor delicadamente hilvanadas por el poeta. “Las palabras justas para estrenar la agenda” – pensó. Sacó el celofán y la abrió en el día 1º de Enero de 1965, ¿pero como? la hoja ya estaba escrita con una letra alargada y prolija.
“Quisiera completar los días de esta agenda junto con ud. Me haría el hombre mas feliz de la tierra si aceptara que compartamos juntos este y todos los años por venir. ¿Quiere casarse conmigo? Espero su respuesta en la próxima zamba.”
Y fueron muy felices durante los siguientes 25 años.-